EL FEÍSMO POSTCOVID

¿No tenéis la sensación de que desde la pandemia de Covid hemos “perdido” muchos años? Hace unos días iba escuchando en el coche el programa de radio La Tarde de Canal Sur y en la tertulia, hablaban de que se había producido un salto en el tiempo, de que pareciera que habíamos perdido vida durante estos dos años. De pronto, caí en la cuenta de que yo ya había tenido ese pensamiento hacía tiempo, cuando comenzó todo. “Menos mal, no soy el único bicho raro que ha pensado así”, me dije.

Y así es. Miro las fotos de 2019 y ahí estamos todos, hijos, padres, amigos, mi marido, yo… Todos sonrientes, jóvenes, sin arrugas, delgados, radiantes. Los niños jugaban todo el rato, hacíamos planes todo el rato, la gente era más positiva, es difícil de explicar. Es como si hubiera más alegría o positividad. Había penas, por supuesto, preocupaciones, enfados, claro que sí, trabajos duros, ¡y tanto! Pero si comparo aquellas fotos de 2019 e incluso de enero-febrero de 2020 me doy cuenta de que ha producido una especie de “crack” de las emociones, o un “crack” de la vida. Ahora percibo a los demás, a todos en general, más tristes, desmejorados, más enfermizos, más negativos, a mis padres mucho más mayores, como si en dos años hubieran tenido un enorme “bajón” sin explicación ¡Que en dos años no se envejece tanto! Veo a los niños con más desinterés en todo, que se aburren más, que ningún plan les satisface lo suficiente. Veo más agresividad en las personas, en todos los ámbitos: en las colas, en la carretera conduciendo. Veo todo colonizado por las pantallas dichosas.

Mi marido también me lo comentó hace poco. ¿No te da la sensación de que la gente es como más… no sé, cómo más fea?” Y yo le dije: “No es que seamos más feos, es que hay más sufrimiento”. Creo que hay más amargura en los rostros, más cruces, más lastres. Nos venden la felicidad inmediata, los planes, el ocio, los viajes… evasión al fin y al cabo, y sin embargo la vida en sí se ha vuelto más difícil, más dura, más cuesta arriba. Hay más preocupaciones, más enfermedad, más desempleo, más malas que buenas noticias. Y si no, pensad, hacer recuento a vuestro alrededor. A mi alrededor hay mucha gente peleando, librando su batalla. Gente que sufre en un trabajo “esclavista” donde es minusvalorado, gente que ha suspendido una oposición por tercera vez tras 4 años estudiando, gente que pelea contra un cáncer, o realizándose pruebas médicas, gente en paro buscando trabajo, gente que ha comenzado la aventura de abrir su propio negocio, gente que se separa después de muchos años, gente perdida que no sabe qué hacer con su vida, gente que se siente sola… Los casos son muchos. Pero gracias a Dios que están los niños. Los niños nos dan vida, nos dan luz, alegría. Por ellos nos levantamos cada mañana, por ellos aguantamos carros y carretas, por ellos sufrimos… Por ellos vale todo, por ellas.

Al año nuevo que arranca solo le pido alegría, pequeños momentos de felicidad, le pido risas, amor, buenas noticias, que se vaya el Covid y no vengan más pandemias, le pido trabajo, salud, momentos en familia, momentos con mis padres y hermanas, buenos ratos con amigos. Le pido tener optimismo y saber trasmitirlo a los demás. Y sobre todo, ver más sonrisas en las caras de la gente.

EL ABUELO VILORILLO

El abuelo Paco, o el abuelo ‘Vilorillo’ como lo llama mi sobrino, no concibe la vida sin trabajar. Lleva haciéndolo toda la vida, desde que tenía 14 años, o incluso antes. El abuelo ha vivido la evolución de las tecnologías, del trabajo de oficina, primero con la máquina de escribir, luego con el ordenador y la impresora, y ahora, con el Internet, con el que se pelea de vez en cuando. Como ha podido, ha sabido adaptarse a ello y hoy, cuando cumple 68, aún sigue trabajando.

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Los ‘Cronos’ del Siglo XXI

Hace unos días acompañé a mi padre para ayudarle en una auditoría, a recabar información y material contable para la misma. La chica que nos atendía, la jefa de Administración, era una mujer que podía pasar los 45, aún joven, y muy agradable. La había visto un par de veces antes. Yo ya sabía que está separada y tiene dos hijos, un niños y una niña. Aquél día la muchacha se mostraba angustiada y preocupada. No estaba muy centrada en el trabajo.

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LA PRIMERA VEZ

Una nunca había querido huir hacia delante más rápido que ahora, que el tiempo pase más deprisa que nunca, y eso que antes era todo lo contrario. ANTES… Una palabra que ahora ha cobrado más sentido y significado que nunca. La vida ANTES de la pandemia. La vida DESPUÉS. ¿Cómo será ese después, cuándo llegará? Queremos que pase el tiempo ahora más que nunca, queremos saber de plazos, de fechas,  noticias positivas y alentadoras, que nos hagan abandonar por fin este desasosiego y malestar que se ha apoderado de nuestras mentes y nuestro ánimo.

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Lidiando con la tristeza

Jamás pensé que echaría tanto de menos la vida que describía en mi post de enero, con dos trabajo y un ritmo de infarto. Si hubiera podido elegir, sí, lo deseaba: parar un mes, ó dos… Pero si todo hubiera seguidor normal. Lo ideal hubiera sido un parón similar a «vacaciones», un parón de 91 días en que hubiera podido pasear con mi familia, ir a la playa, cenar con mis padres, besar y abrazar a mi sobrino… ése hubiera sido el parón ideal. Pero no un parón por pandemia. Y, tras despertar de la pesadilla, ahora la maldita nueva normalidad. Esa normalidad en la que no podemos besarnos ni abrazarnos tranquilos, en que los niños no pueden jugar libres, en que mis hijas no tendrán fiesta de cumpleaños… Seguir leyendo «Lidiando con la tristeza»

Cuando volvamos a la normalidad — El sueño de la razón produce monstruos

Dios sabe, por eso es omnisciente, que me he resistido con todas mis fuerzas, tampoco son muchas, presa del abatimiento, desesperanza y nerviosismo. Como la canción que se ha “convertido” en himno oficial/oficioso de estos tiempos descontrolados que nos ha tocado vivir. ” Resistiré”. Me he resistido con mi rebeldía propia congénita a lo impuesto, […]

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Diario de un confinamiento. Día 37.

Tengo un trabajo a media jornada por el que este mes voy a cobrar la mitad. Tengo un marido al que le han hecho un Erte, que no sabe cuándo podrá volver a trabajar en el hotel. También él va a cobrar menos. Tenemos incertidumbres, dudas.
Tengo insomnio, llagas en la boca y la lengua, que me duelen a todas horas, y por las que he perdido el gusto. Tengo un ataque de lumbago que no se quita. Tengo dos kilos de más, tengo dos dedos de raíces de canas (que hoy por fin me teñiré). Tengo alergia primaveral, apatía y ganas de llorar por momentos. Y recurrentes dolores de cabeza.
Tengo dos hijas preciosas que llevan como pueden el estar encerradas. Que lloran más de lo normal, que están más sensibles, y algo más llenitas. Seguir leyendo «Diario de un confinamiento. Día 37.»

El maldito Virus.

El sueño de la razón produce monstruos

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Este año los nazarenos de Sevilla nos quedamos en casa. Este año no nos ponemos el antifaz, capirote, capa, o esparto. Este año no cogemos ese cirio que ilumina, esa cruz que pesa. Este año no sacamos a nuestras sagradas imágenes a las calles. Este año la ilusión no la sesgó la lluvia, el trabajo o las inclemencias. Este año en el Domingo de Ramos, la Campana enmudecerá en un respetuoso silencio. Este año, nunca mejor dicho, la penitencia va por dentro. Un año en el que mis hijas, por primera vez, no harán estación de penitencia, vestiditas de monaguillo. Mi mayor con nuestro Cristo de los Estudiantes, la pequeñaja con el Cristo del Buen Fin. Momento difícil de lágrimas compartidas. Pero la luz del cirio no se apaga NUNCA. « Sed la luz que ilumina el mundo, que diga la verdad, la única verdad, que YO soy el CAMINO…

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Calles vacías, ciudades fantasma

«…Y respirar, tan fuerte que se rompa el aire
Aunque esta vez, si no respiro es por no ahogarme…»
(Vetusta Morla)

Después de una semana de confinamiento, lo he aceptado. Ha costado, la verdad. Primero fue la negación. No, no puede ser. Nos quitan la libertad. Luego fue la ira, la angustia, los nervios, el llanto. Ahora parece que ya lo he aceptado, me noto algo más tranquila, resignada. Tenemos que hacerlo. Es por un bien mayor. No estamos en una película, no. Es la realidad. Seguir leyendo «Calles vacías, ciudades fantasma»

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